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AMOR CON SACRIFICIO

Dios es amor. El amor nunca dejará de ser. El amor es el vínculo de la perfección. El primer mandamiento de todos es AMAR; el segundo es amar también, de manera que si queremos agradar a Dios tenemos que abundar en ese sentimiento que hace grato el acercamiento de los demás y nos une a ellos.
Humanamente no hay algo más sublime que el amor de los padres para con sus hijos; ese es un don que Dios ha concedido a la humanidad, y tan alto, que aun cuando en otros sentidos el amor se adultera y escasea, el amor de los padres se mantiene invariablemente puro y firme. Pero, ¿de qué cosa, por pura que sea, no se aprovecha Satanás para su obra malévola y destructiva? Hasta el amor a nuestros hijos está expuesto a ser pervertido, y servirnos de tropiezo en el camino cristiano. Sí, y esto sucede siempre que el familiarismo nos ciegue y nos impida el cumplimiento de nuestros deberes para con Dios y su obra en la tierra.
Haciendo un poco de historia dentro de nuestra Iglesia, podría señalar variados ejemplos de hermanos que fueron fieles e intachables, y que de no haber sido por sus hijos, jamás habrían claudicado. Podría señalar también, dentro de los que perseveramos en el camino, a algunos cuya página, limpia y excelente, tan sólo se ve nublada por la conducta de unos hijos consentidos. Es verdad que, de acuerdo a las Escrituras, los padres no llevarán la culpa de los hijos, ni los hijos la culpa de los padres, pero esto es así cuando no hay consentimiento de los unos para con los pecados de los otros, y nunca cuando alguien esté tolerando en sus hijos lo que no es capaz de tolerar a los hijos ajenos.
Eli, el sumo sacerdote del pueblo de Dios en la antigüedad, no tuvo tachas en su conducta personal, ni aun estuvo de acuerdo con el pecado de sus hijos, pues les reprobaba sus malas obras, pero como se descuidó en instruirles, y como además se mostró impotente o flojo de carácter para corregirlos, fue tenido por participante de un pecado que no pudo ser expiado jamás.

«Mas los hijos de Eli eran hombres impíos y no tenían conocimiento de Jehováh. Eli empero era muy viejo, y oyó todo lo que sus hijos hacían, y díjoles: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos; porque no es buena fama la que yo oigo: que hacéis pecar al pueblo de Jehováh.» 1Sam.12:12, 22-24 (Resumido).
«Y Jehováh dijo a Samuel: Haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. Yo despertaré contra Eli todas las cosas que he dicho y mostraréle que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; que sus hijos se han envilecido, y él no los ha estorbado. Y por tanto la iniquidad de la casa de Eli no será expiada jamás, ni con sacrificios, ni con presentes.» 1Sam.3:11-14 (Resumido).

¡Cuán duro resulta escuchar una queja o reproche sobre la conducta de un hijo! Hasta el profeta Samuel se sintió disgustado en un caso semejante.

«Y habiendo Samuel envejecido, puso sus hijos por jueces sobre Israel, mas no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se ladearon tras la avaricia, recibiendo cohecho y pervirtiendo el derecho. Entonces los ancianos de Israel vinieron a Samuel y dijéronle: Tú has envejecido y tus hijos no van por tus caminos, por tanto, constitúyenos un rey que nos juzgue. Y descontentó a Samuel esta palabra, y Samuel oró a Jehová, y dijo Jehováh a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te dijeren.» 1Sam.8:1-7 (Resumido).

Pero Samuel no cometió la torpeza de reaccionar solamente desde el punto de vista paterno, sino que fue a Dios en oración para consultarle sobre ese asunto y Jehováh le contestó: «Oye la voz del pueblo en todo lo que te dijeren.»
¡Ojalá, hermanos míos, seamos capaces de obrar siempre como escogidos de Dios, obedeciendo a Dios antes que a los dictados de nuestro corazón!
Consideremos bien el caso de Abraham:

«Y vio Sara al hijo de Agar, que se burlaba. Por tanto dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo; que el hijo de esta sierva no ha de heredar con mi hijo Isaac. Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo. Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho; en todo lo que dijere Sara, oye su voz. Y también al hijo de la sierva pondré en gentes. Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y diólo a Agar, y entrególe el muchacho, y despidióla. Y ella partió y andaba errante por el desierto de Beer-seba. Y faltóle el agua, y alzó su voz y lloró. Y el ángel de Dios, llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Abrió Dios sus ojos y vio una fuente de agua. Y fue Dios con el muchacho; y creció, Y habitó en el desierto.» Gén.21:9-20 (Resumido).

Hermanos, amemos a nuestros hijos, pero en caso necesario, y aunque parezca y sea duro, oigamos el consejo de Dios, quien habrá de protegerlos mejor en el desierto, que viviendo indignamente dentro de las puertas del Tabernáculo.

Spmay. B. Luis, Playa de Baracoa, Enero de 1975